¿Qué significa realmente alimentarse de manera saludable?
Dieta vegetariana, vegana, flexitariana, etc. ¿Cuál es la más sana?
A menudo nos centramos en mil detalles y acabamos descuidando los más básico.
Hay cantidad de variantes y diferentes niveles entre la dieta de una persona omnívora – del lat. omnivŏrus, de omnis ‘todo’ y vorāre ‘devorar’ – es decir que come de todo, y una que práctica el veganismo, que se define como la actitud consistente en rechazar todo tipo de alimentos – y más allá de esto todo artículo de consumo – de origen animal.
Dentro de la misma práctica vegetariana hay distintos tipos y grados. Tenemos los ovolactovegetarianos que consumen lácteos y huevo; los lactovegetarianos que consumen leche, pero no huevo; los ovovegetarianos, que comen huevo pero nada lácteos. Pero hay también quien se llama vegetariano, aún comiendo pescado y quien se define flexitarian, un termino cada vez más utilizado para indicar un tipo de alimentación de norma vegetariana, sobre todo con relación a no comer carne o pescado, pero flexible, es decir admitiendo excepciones a la regla.
Aunque ya no cabe duda que es preferible seguir una dieta rica en vegetales, el mero hecho de ser vegetariano o vegano en sí no implica necesariamente estar más sanos, ya que esto depende muchísimo de la calidad de lo que compone nuestra dieta, da igual lo que sea: vegetariana, vegana u omnívora.
Nuestro organismo necesita todo tipo de nutrientes para funcionar correctamente. No se trata sólo de aportar unas calorías, unos hidratos de carbono, grasas y proteínas concretas, sino de proporcionar todos los nutrientes y micronutrientes que necesitamos para poder utilizar esas fuentes de energía. Su carencia se denomina “hambre oculta” y es un problema muy extendido en el primer mundo donde es común ver gente que, a pesar de sufrir sobrepeso, padecen carencias nutricionales severas. La calidad del terreno en el que se cultivaron los vegetales o de los alimentos que alimentaron a los animales, la cantidad de tóxicos a los que fueron expuestos (pesticidas, insecticidas, abonos, fármacos) o el tipo de procesamiento al que fueron sometidos antes de comercializarse, todo ellos son factores que pueden alterar drásticamente el valor nutricional de un alimento sin que eso se refleje en la composición nutricional que leemos en la etiqueta.
Si es cierto que somos lo que comemos, también esto vale al revés: somos parte y expresión de las tierras que habitamos. Deberíamos comer lo que nos ofrece nuestra tierra según la temporada, ya que serán alimentos nutricionalmente adaptados a nuestro clima y zona geográfica. En esta línea se inscriben también los Climatarians – otra palabra en ascenso dentro del vocabulario relacionado con la comida – quienes eligen qué comer de acuerdo con lo que es menos perjudicial para el medio ambiente; una postura totalmente acertada, ya que el impacto que nuestras elecciones alimenticias tienen sobre el ecosistema influye directamente sobre nuestra salud.
¿Qué significa realmente a día de hoy alimentarse de manera saludable?
Incrementar la conexión con la naturaleza y sus ciclos nos ayuda a entender la importancia de cuidar el medio ambiente para cuidar nuestra salud, pero desgraciadamente, algo que debería ser tan básico e intuitivo, ahora mismo nos supone un esfuerzo y una toma de consciencia, ya que si actuamos por inercia, considerando como esta construido el mercado y nuestros hábitos de compra, nos desviaremos fácilmente hacia otro camino.
Nos preocupamos sobre el consumo de determinadas categorías de alimentos ya que pueden ser perjudiciales para nuestra salud, como es, por ejemplo y precisamente, el caso de carne roja y embutidos, pero quizás en primer lugar lo que más nos debería preocupar sería estar atentos a la calidad de la chuleta o del embutido que nos estamos comiendo. Ya que hay mucha diferencia entre una carne procedente de un ganadería intensiva y la de un animal que ha sido criado en una extensiva, y aun más en el caso de una granja ecológica.
¿Cómo funciona una ganadería intensiva?
La agricultura y la crianza intensiva e industrializada han producido un sistema económico pensado para el consumo y la distribución capilar y masiva, y esto ha puesto en peligro la preservación del equilibrio del territorio que lo que necesita es una agricultura variada para el mantenimiento de la biodiversidad y las especies autóctonas.
El modelo de ganadería intensiva encaja a las enormes necesidades de abastecimiento del sistema económico dominante a nivel mundial, porque permite conseguir una mayor producción de carne y otros derivados animales como huevos, leche, lana, etc. con en el menor tiempo posible gracias a que el ganado se halla estabulado y bajo unas condiciones creadas de forma artificial que maximizan su explotación productiva. Cómo consecuencia, en la ganadería intensiva, los animales viven en condiciones que ya no tienen nada de natural, están sujetos a condiciones de estrés debido a luz continua, el engorde artificial, etc. y esto, junto al poco espacio y a las demás características de ese tipo de crianza, a pesar de los muchos controles sanitarios, hace que queden más expuestos a padecer enfermedades con alto riesgo de propagación epidémica, tal cómo ha sido en los casos de la gripe aviar o de las vacas locas.
Por si no fuera suficiente, esta modalidad de explotación es altamente contaminante para el medioambiente, tanto a nivel local, por la alta producción de excrementos que puede llegar hasta a contaminar el suelo y el agua del territorio, cómo global, por los efectos nocivos de sus emisiones sobre el cambio climático.
Incluso si quisiéramos cerrar los ojos frente el futuro del planeta, veríamos que las problemáticas asociadas a la producción intensiva son transversales y nos están perjudicando hoy a todos, sin distinción alguna entre quien consume carne y quien no, porque una buena crianza animal y una buena agricultura son interdependientes. ¿Qué alternativas hay a la ganadería intensiva?
¿En qué consiste la ganadería extensiva?
En la ganadería extensiva se busca aprovechar los terrenos de la forma más eficiente posible, dando prioridad a la sostenibilidad medioambiental – por ejemplo contribuyendo a la regeneración del suelo y el mantenimiento de su compleja vida microbiana, aspectos cruciales para la fertilidad del terreno – y especializándose en las razas más adecuadas para el espacio con el que se cuenta.
Este tipo de ganadería se suele asociar a un tipo de granja de un tamaño que permita mantener una relación con los animales y con el medio natural, y en la que sea posible:
Criar extensivamente en pastos, siempre que las condiciones climáticas lo permitan.
Respetar las tasas de crecimiento natural de los animales.
Favorecer las razas rústicas y locales, preservando la biodiversidad.
No forzar los períodos de reproducción ajustando el celo estacionalmente.
Evitar el ensilaje de maíz e integrar el pastoreo solo con heno y pienso natural y local, si es posible cultivar las materias primas para su alimentación.
Limitar los tratamientos con antibióticos (preventivos / sistemáticos) utilizándolos solo cuando no sea posible tratar a los animales de otra manera.
No practicar la mutilación.
No transportar los animales a grandes distancias para llegar al matadero asegurándose de que se evite todo lo posible su pánico y sufrimiento.
Dentro de la ganadería extensiva, un apartado especial lo ocupa la ganadería ecológica, orgánica o biológica. Este sistema de producción tiene unas bases técnicas y una normativa propia, cuyo objetivo principal es la obtención de alimentos de origen animal de máxima calidad sanitaria y bromatológica, con amplias garantías dietéticas y de seguridad alimentaria.
En el momento de comprar productos ecológicos*, se recomienda siempre buscar la presencia de los sellos oficiales en el etiquetado, para asegurarse de que cumplen con la regulación.
El sello eco- o bio- es un certificado por el que el productor de alimentos obtiene la calificación de ecológico para su producción ya que cumple con un conjunto de estándares de producción durante todo el proceso de cultivo o crianza, procesado, packaging, almacenaje y distribución.
Tanto la ganadería, cómo también la agricultura ecológica en Europa están sometidas a controles periódicos por parte de los organismos acreditados locales, nacionales y comunitarios a fin de mantener dichos estándares tal como señala la ley.
En resumen, la alimentación para ser saludable ha de comenzar con una reflexión consciente sobre el tipo de alimento que elegimos comer. Probablemente la clave esté en el consumismo y nuestro objetivo debería ser de buscar productos de calidad para consumirlos en menor cantidad, pero con mayor gusto y salud y sin que ello suponga un incremento substancial del presupuesto que dediquemos a alimentos.
Volver a lo básico en nuestra elecciones alimenticias debería ser nuestra prioridad si realmente queremos empezar a comer de forma saludable, comenzando por leer las etiquetas y buscar entre la información lo que realmente nos interesa: lugar de procedencia, tipo de crianza o cultivo, sellos y certificaciones de calidad.
Deberíamos intentar hacer todo lo posible para no actuar por inercia, porque tal y como estás construido el mercado actual, si no actuamos de manera atenta y consciente, tomando decisiones informadas y responsables a la hora de hacer la compra y de comer, nos desviaremos fácilmente hacia otro camino.
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Bibliografía: